Como periodista (o en proceso), entiendo que un periodista del tipo que sea no puede intervenir en la realidad que trata de reflejar. A veces mantenerse al margen es bastante complicado, aún sabiendo que si interviene, puede salir malparado.
Mucha gente que ve este corto se queda en la acción de la fotógrafa. Más bien, en la no acción. No se paran a pensar en que ella no tenía forma de salvar la situación. No va armada, más que de su cámara. La mayoría de la gente se queda en eso, y no se fija en la frialdad de la situación en la entrega de premios. En cómo los asistentes aplauden la fotografía como si se tratara de un feliz retrato infantil, como si fuera una ficción. Es mucho menos grave la acción de retratar lo que la fotógrafa ve sin intervenir - porque ni debe ni puede -, que la banalidad con la que acoge la denuncia - que es lo que es, al fin y al cabo - el público que asiste a la gala.
Y es que no es tan fácil.
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